Creo, sin
duda alguna, que si algo podría considerarse como fantástico, sería un mundo
sin aduanas, sin fronteras, un único espacio común que reúna a todos los seres
humanos. Esta situación sería la consecuencia de la evolución y madurez humana;
una tremenda utopía. El ser humano tiende a defender los aspectos
diferenciadores y a potenciarlos, porque no le gusta ser igual que los demás.
Lengua, historia, cultura, raza, economía o religión, son factores
determinantes en estos aspectos diferenciadores, que definen cada pueblo y
ponen barreras infranqueables en relación a pueblos vecinos.
El mejor caso para demostrar esta teoría lo
encontramos en la “vieja” Europa. Prácticamente todo intento de unión de los
distintos territorios del viejo continente han tenido un nexo en común, las
armas, y prácticamente nunca ha dado resultado. Ni el antiguo Sacro Imperio
Romano Germánico, ni los esfuerzos de Carlos I, ni la genialidad de Napoleón,
ni el potencial de Hitler, pudieron doblegar el orgullo de las distintas
naciones. No existe una idea de Europa unida, por mucho que algunos se obstinen
en hacernos ver las bondades de tal Unión. Ni tan siquiera entre estados que
llevan, o llevaban, “consolidados” desde hace varios siglos, existe esta
sintonía de unidad. Por citar algún ejemplo: la antigua Rusia ha quedado
cercenada en un puzle de estados independientes; los conflictos entre la Italia
del norte y del sur, sobre todo por temas económicos, están a la orden del día;
el Reino Unido con las algaradas de escoceses, galeses e irlandeses, se puede
considerar de todo menos unido; qué vamos a decir de España que no sepamos ya;
o por qué no citar países como Bélgica, o las antiguas Yugoeslavia y
Checoslovaquia, etc., etc., etc. Queda claro que somos muy nuestros. Para que
una unión funcione correctamente deben coincidir las ideas de nación y estado,
sino el fantasma del nacionalismo estará siempre presente.
Dicho lo dicho, ¿por qué esa obstinación en seguir
adelante con la Unión Europea? Yo francamente no lo entiendo. Esta Unión, por
muy romántica que nos la vendan, no es más que pacto económico, un pacto cruel
que rechazaron en las urnas irlandeses, franceses y holandeses y aun así lo
llevaron a cabo, porque por encima del ser humano está el dinero. La Unión
Europea nace de una decisión dictatorial, simplemente por la defensa de los
mercados. Las personas solo tienen cabida como masa productiva y consumista,
necesaria para el funcionamiento del sistema. Lo peor de todo es que han lapidado
la soberanía de los estados y del pueblo. Estamos gobernados por políticos que
ni conocemos, ni hemos elegido y qué, por supuesto, distan mucho de conocer la
realidad de los territorios que componen tan grotesca Unión. Tienen tanto poder
como para obligar a los gobernantes de los estados soberanos a salvar sus
respectivas bancas a costa de la miseria y el sufrimiento de la población. Lo
extraño es que en una Europa tan nacionalista no hayan surgido movimientos
secesionistas, no sé muy bien si es porque ha calado el discurso rancio y
amenazador de que las cosas se hacen así o la situación empeorará o simplemente
no nos damos cuenta de lo que significa realmente esta Unión. Lo que tengo
claro es que quizás no sea en esta década, ni en la siguiente, pero todo este falso
tinglado que han montado en torno al dinero les va a estallar en la cara. El primer
ministro británico, David Cameron, ha sido el primero en lanzar un órdago a la
Unión Europea, prometiendo qué, si es reelegido en el 2015, va a llevar a cabo
un referéndum sobre la continuidad del Reino Unido en Europa. Seguramente, por
la naturaleza de esta nación y su más que declarado sentimiento nacionalista, sean
los primeros en renunciar a este disparate. Lo que tengo claro es que la Unión
Europea tiene fecha de caducidad y solo espero que llegado el momento la
disolución sea pacífica.
La Unión Europea es una incongruencia en sí misma.
Una unión económica entre países con realidades tan dispares es un
absurdo atroz que solo beneficia al capital. La eliminación de las fronteras no se ha realizado
para unir a las personas, sino para garantizar la libertad de las mercancías, por mucho
que quieran hacernos ver lo contrario, y lo mismo ocurre con la moneda única.
En qué cabeza cabe unir las potentes economías del norte de Europa, con las
economías mediterráneas o las de los países del este. Era evidente que este esperpéntico experimento no iba a resultar y poco a poco van
cayendo países: Irlanda, Portugal, Grecia, España, Chipre, ¿Italia?...
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