sábado, 8 de diciembre de 2012

Nociones básicas sobre principios de estadística antropológica



La ciencia antropológica existe desde que el ser humano campa a sus anchas por este valle de lágrimas. Desde que el hombre es hombre y, por supuesto, la mujer es mujer, se ha hecho miles de preguntas acerca de su papel en este mundo y de la razón última de su existencia. Es por esta razón que se puede afirmar, con toda certeza, que la antropología, en sentido muy amplio, es la ciencia primigenia por excelencia. Entendida como la ciencia destinada a desentrañar todos aquellos aspectos que definen la esencia humana, existe desde los principios de los tiempos en los que un osado primate decidió pisar tierra firme y alzarse para contemplar el lejano horizonte. Después de miles de años de elucubraciones, ensayos – errores, cavilaciones y demás aspavientos, podemos decir que la antropología, la disciplina que debe ahondar en el significado último de lo humano, puede ofrecer sus más avanzadas conclusiones. La primera, la distinción de los diferentes tipos básicos humanos existentes en un orden cronológico – evolutivo – desfasado. Estos son:

El primer tipo: el carroñero

Vil y ruin. Se agazapa entre la maleza, detrás de las rocas y se esconde en las sombras para actuar con nocturnidad y alevosía. Su espíritu malicioso puede verse reflejado en sus ojillos maléficos y en una sonrisa irónica que asoma a la espera del momento adecuado para poder beneficiarse del trabajo de los demás, de los bravos esfuerzos ajenos y de los frutos que otros han mimado con insistencia. En el momento en que el cazador se retira, el carroñero es capaz de conformarse con los restos despreciados por otros más fuertes y valientes. Ellos reptan entre los matorrales para acercarse a la carroña sin levantar sospechas y con la histriónica risa de la hiena se lanzan al festín de la carne putrefacta y hedionda, hundiendo sus húmedos hocicos en los restos ya secos y negros, pasto de las moscas, de las presas que yacen al sol.

El segundo tipo: el cazador

Todo son impulsos varoniles y masculinos. Su figura se recorta contra el cielo azul, con soberbio porte majestuoso, perfilando su porte heroico, casi divino, oteando el horizonte a la espera de poder captar, con su prodigiosa mirada felina, la presa que debe satisfacer sus instintos más primarios. Con la calma que otorga la nobleza, puede esperar horas y horas hasta que la víctima se presente en el escenario. En ese momento, se pone en marcha todo un ritual que despliega todo el poderío del cazador. La cuestión cinegética no consiste sólo en la captura y muerte de la pieza; es todo un complejo ritual en el que se ponen en juego multitud de escenografías que confieren a la caza ese aspecto mágico y divino, extremadamente sexualizado. Es una danza macabra en la que los dos protagonistas conocen de antemano cuál va a ser el desenlace de la tragedia que se desarrolla bajo el patrocinio de la naturaleza, cruel y morbosa, placentera con todo lo que signifique dolor, sangre y muerte. El zarpazo que derriba a la presa no es más que el fin anunciado, y el mordisco certero y asesino en la yugular el epílogo del discurso de la supervivencia.

El tercer tipo: el recolector

Cauteloso, ahorrador, previsor y obcecado trabajador. Este tipo siempre obedece a una rutina diaria, invariable de generación en generación. En este caso, el tipo humano en cuestión necesita de un periodo de aprendizaje, igualmente aburrido y alienante, para después poder proceder y desarrollar una tarea encomendada en pos de un supuesto beneficio común. Su condena estriba en los días monótonos que se suceden uno tras otro desde la cuna hasta la tumba. Los escasos momentos de esparcimiento se consumen en la atenta observación del lento, lentísimo, crecimiento del fruto de su trabajo y en la complacencia mezquina basada en el establecimiento de comparaciones con respecto a los otros tipos humanos observados más arriba. En muchas ocasiones, este tipo desaparece de la faz de la tierra sin haber llegado a disfrutar el producto trabajado. Representa el 99 por ciento de la población.

¿Con qué tipo humano te identificas?


Luis Pérez Armiño






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