domingo, 5 de agosto de 2012

Historia ficticia de una extinción


A pesar de lo que el título pueda indicar,  no sería extraño que estuviésemos ante un relato tan real como la vida misma. Y como decíamos en algún momento anterior, no debemos ni podemos olvidar que el hombre es un lobo para el hombre. No quiero imaginarme lo que puede llegar a ser respecto a otro ser humano que, encima, tenga evidentes rasgos fisiológicos distintivos que le hagan especialmente peculiar a nuestra concepción de lo que debe ser “humano”.

Recientemente, el pasado 27 de julio, la agencia Europa Press difundía la noticia sobre la participación de investigadores del Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira en un proyecto que trataba de dilucidar cuestiones cronológicas relativas a la presencia de poblaciones de neandertales en la península Ibérica. Según las dataciones obtenidas mediante un complejísimo y moderno procedimiento de análisis de carbono catorce mediante la aplicación de la técnica de ultrafiltración, lo que permite disminuir considerablemente las posibilidades de contaminación de la muestra, las cronologías asociadas al neandertal en nuestro territorio han variado. Es decir, estos individuos desaparecieron antes de lo que se consideraba hasta el momento, prácticamente cuando hacían acto de presencia los primeros seres modernos en nuestro escenario. De todas estas afirmaciones, una de las primeras conclusiones extraídas por los investigadores es la relativa al acortamiento del periodo de convivencia entre neandertales y sapiens sapiens. Todos son nuevos datos que tratan de arrojar luz sobre uno de los puntos más controvertidos que en la actualidad todavía persisten en la ciencia prehistórica: qué ocurrió con los neandertales.

Son muchas y variadas, en algún punto disparatadas, las hipótesis planteadas por los científicos, arqueólogos, antropólogos y prehistoriadores, sobre el enigma neandertal. Para unos, los grupos poblacionales neandertales fueron masacrados cruelmente en una guerra entre especies por los recién llegados sapiens sapiens que disponían de una mayor capacidad destructiva debido al empleo de herramientas y armas más sofisticadas que las empleadas por los pobladores neandertales. Incluso, algunos visionarios afirman que la capacidad simbólica del sapiens sapiens frente a un tosco neandertal se convertiría en un instrumento adaptativo de primer orden que permitiría la supervivencia del hombre moderno y la extinción del neandertal en dura competencia por los recursos de un mismo ecosistema. Con cierto tinte fantasioso y más cercano al género literario, hay quien sostiene que la capacidad para el engaño y la mentira del homo sapiens sapiens fue crucial para acabar con los ingenuos neandertales. Y, por último, se estima como probable una posible fusión entre ambas poblaciones (algún resto “híbrido” se ha recuperado no sin cierta polémica) de tal manera que el “gen neandertal” se haya diluido progresivamente y todos tengamos un pequeño neandertal en nuestro interior.

De todas estas teorías y otras muchas que circulan en círculos académicos y sobre todo en los profanos, hay una que me parece especialmente plausible y convincente teniendo en cuenta la bondad que caracteriza a nuestra naturaleza humana. Sin duda, considero como la más acertada aquella que se refiere al cruel exterminio del neandertal a manos de sedientos, sanguinarios y crueles hombres modernos, extranjeros que se atrevían a profanar los territorios que antes habían pertenecido al neandertal y a pasar a cuchillo de pedernal a todos aquellos extraños seres, deformes, contrahechos y obscenos a sus ojos. Las imágenes de rapiñas, violaciones, muerte y destrucción acompañarían la noble marcha de nuestros antiguos congéneres, ocupando hábitats y ecosistemas que antes habían sido explotados por aquellos animales inhumanos tan parecidos a nosotros. Sin duda, podría tratarse de uno de los ejemplos más viles y mezquinos de un genocidio premeditado y cuidadosamente planeado para ser ejecutado de forma brutal, sin piedad.

¿Por qué no? El ser humano se ha caracterizado a lo largo de su historia por la eliminación y aniquilación del prójimo. Durante cientos de años, los pueblos se han lanzado a guerrear contra otros pueblos con el único objetivo de eliminarlos de la faz de la tierra. En algunos casos, un visionario ha mandado a sus huestes a masacrar al otro por ser diferente en algún rasgo racial, diferencia sin fundamento científico ninguno, o por el mero hecho de ser eso precisamente, el otro. No sería extraño pues que aquel antepasado nuestro, esos primeros hombres modernos que empezaron a poblar la fría Europa, viesen con sumo desagrado y repulsa a aquellos seres en cierto punto simiescos, con ese parecido tan inquietante y perturbador. Conociendo el espíritu humano, puede que con toda seguridad se lanzasen a su exterminio sin pensárselo dos veces.

Al fin y al cabo, por muy sapiens sapiens que sean, son seres humanos.

Luis Pérez Armiño

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