domingo, 19 de agosto de 2012

Tras las puertas del Tártaro


[Magna tu bravura y tu poder, Tártaro, que dioses y humanos eluden tu abrazo.

Pretenden los ignaros conocer el mal, se jactan con vacuas palabras de haber experimentado el dolor en su regia expresión. Se prodigan en bravas alocuciones versadas en la ladina soberbia, macabra compañera de viaje del humano. Torpes sois al no ver que vuestras mentes quedan insignificantes. No es tan ínclita la razón terrenal para asumir el abrazo de Tártaro. Esa será la condena que depare al pobre de ideas y al que malee la sabiduría. Además de asesinos y villanos y en general quienes hayan cometido feroz felonía.

El Flegotonte, el más temido de cuantos ríos cruzan los infiernos. Fuego y más fuego, desolador destino tendrá quien cruce los afligidos parajes del Flegotonte; no hallará sino consuelo en el sufrimiento. Poco a poco se va ahondando en las entrañas del horror, donde lo ignífugo arde. Ausente está la esperanza, pues por innecesaria no ha de tener cabida. Más y más camino, trayecto interminable, trágico, macabro y ladino. Podía darse por expiadas las culpas a muchos penantes con solo acometer el recorrido. Un camino tan cruel que solo conocerlo permite la redención, mas el escarmiento no ha hecho sino que empezar.  

Se divisa al final del trayecto una broncínea muralla, la coraza de Tártaro. Infranqueable e indestructible, capaz de resistir el envite de los inmortales por furiosos que estos fuesen. Magnos y ostentosos muros, mas atendiendo a su función, son despojados de la hermosura, convirtiendo la fortaleza en la tapia del dolor, la desdicha y el sufrimiento. Procediendo por el camino del horror, alejándose del Flegotonte y afrontando este el último trayecto hacia los portones también de bronce aqueja a las almas una desagradable humedad, acompañada de un extraño frío, desconocido en el mundo de los mortales. No existe luminaria alguna y son tres las oscuras capas que abrazan el abismo. Protegen el acceso al abismo los monstruosos Uránidas de cien brazos y cincuenta cabezas, cuya fuerza es capaz de estremecer la totalidad de la tierra. Traspasadas las puertas del difícil retorno, los condenados serán arrojados al abismo de la condena eterna. Algunos sostienen inocentemente que el castigo se adecua al crimen, ¡pobres ingenuos!; no hay malicia humana comparable al ingenio divino.]

* Cosmogonía. Letravio de Zingolo.

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