[Magna
tu bravura y tu poder, Tártaro, que dioses y humanos eluden tu abrazo.
Pretenden
los ignaros conocer el mal, se jactan con vacuas palabras de haber
experimentado el dolor en su regia expresión. Se prodigan en bravas alocuciones
versadas en la ladina soberbia, macabra compañera de viaje del humano. Torpes
sois al no ver que vuestras mentes quedan insignificantes. No es tan ínclita la
razón terrenal para asumir el abrazo de Tártaro. Esa será la condena que depare
al pobre de ideas y al que malee la sabiduría. Además de asesinos y villanos y
en general quienes hayan cometido feroz felonía.
El
Flegotonte, el más temido de cuantos ríos cruzan los infiernos. Fuego y más
fuego, desolador destino tendrá quien cruce los afligidos parajes del
Flegotonte; no hallará sino consuelo en el sufrimiento. Poco a poco se va
ahondando en las entrañas del horror, donde lo ignífugo arde. Ausente está la
esperanza, pues por innecesaria no ha de tener cabida. Más y más camino, trayecto
interminable, trágico, macabro y ladino. Podía darse por expiadas las culpas a
muchos penantes con solo acometer el recorrido. Un camino tan cruel que solo
conocerlo permite la redención, mas el escarmiento no ha hecho sino que
empezar.
Se
divisa al final del trayecto una broncínea muralla, la coraza de Tártaro.
Infranqueable e indestructible, capaz de resistir el envite de los inmortales
por furiosos que estos fuesen. Magnos y ostentosos muros, mas atendiendo a su
función, son despojados de la hermosura, convirtiendo la fortaleza en la tapia
del dolor, la desdicha y el sufrimiento. Procediendo por el camino del horror,
alejándose del Flegotonte y afrontando este el último trayecto hacia los
portones también de bronce aqueja a las almas una desagradable humedad,
acompañada de un extraño frío, desconocido en el mundo de los mortales. No
existe luminaria alguna y son tres las oscuras capas que abrazan el abismo. Protegen
el acceso al abismo los monstruosos Uránidas de cien brazos y cincuenta
cabezas, cuya fuerza es capaz de estremecer la totalidad de la tierra. Traspasadas
las puertas del difícil retorno, los condenados serán arrojados al abismo de la
condena eterna. Algunos sostienen inocentemente que el castigo se adecua al crimen,
¡pobres ingenuos!; no hay malicia humana comparable al ingenio divino.]
* Cosmogonía.
Letravio de Zingolo.
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