Como habíamos visto el viernes pasado, la carrera de Almanzor
para alcanzar el poder fue vertiginosa y no exenta escrúpulos. Con el Califa
neutralizado y campo libre para actuar, el caudillo centra su atención en sus
vecinos del norte, para los que convertirá en la peor pesadilla.
Almanzor tiene muy claro el peligro que supone no
controlar a los cristianos y sobre todo al reino de León, que se había
convertido en una amenaza constante a la seguridad del Califato. Llevará a cabo una continua campaña cuya estrategia
a seguir, puesto que no había interés en conquistar las frías tierras del norte,
será la del degaste moral del enemigo. A partir de este momento ningún
territorio de la cristiandad peninsular será un lugar seguro, cada población, cada
villa, estará expuesta al pillaje del caudillo.
Las expediciones militares o aceifas fueron continuas y suponían la tarjeta de visita del Califato. Hasta más de cincuenta expediciones
llevó a cabo Almanzor, de las que salió siempre victorioso. “Considerado con
todos por igual”, no quedo ningún reino sin ser visitado. Tampoco hizo ninguna
discriminación entre las poblaciones, fueron atacadas sedes religiosas,
económicas, ideológicas, centros neurálgicos y por supuesto las capitales.
Entre estas incursiones, tuvieron una mayor trascendencia las que hizo a León,
por tres veces, a Pamplona, a Barcelona, a Burgos, y la más dolorosa de todas,
la que arrasó Santiago de Compostela. La sede espiritual de los cristianos se
vio ultrajada y vilipendiada. En un último acto de humillación, se llevó las
campanas de la catedral de Santiago, a lomos de los prisioneros cristianos, a
Córdoba.
El poder de Almanzor era indiscutible. No solo había logrado
someter a los pueblos cristianos, sino que evocar su nombre producía el terror
de quienes lo escuchaban. Los principales reyes cristianos le rendían vasallaje y
se arrodillaban ante su majestuosidad. Para que no quedara duda alguna de su poder, se hizo casar con la hija del rey de León y con la del rey
de Navarra y con la del Conde de Barcelona. Dejó muy claro a sus rivales quien
era el que ostentaba el poder.
La última campaña que protagonizó Almanzor, origen además de la leyenda, será la que lleve a cabo en San Millán de la Cogolla, cuna del castellano. Cuenta esta leyenda que cuando se retiraban de San Millán, más concretamente en el valle de la Sangre, a la altura de Calatañazor, una coalición cristiana le interceptó por retaguardia, hiriendo al propio caudillo que moriría días después en Bordecorex. Sería enterrado en la localidad soriana de Medinaceli. La leyenda está acompañada de muchas imprecisiones en los datos, fechas difusas, todo muy especulativo. Se cree que la dolencia del caudillo la arrastraba desde antes de la aceifa y que "la gesta" pudo haber sido inventada con el fin de dar moral al sufrido mundo cristiano.
Con la muerte de Almanzor se iría también la gloria
del Califato. Pocos años después de la desaparición del caudillo, Al Ándalus se
desgajaba en varios reinos denominados Taifas. A partir de este momento serán
los reyes cristianos quienes tomen la iniciativa, acosando al mundo árabe hasta
su desaparición total de la Península Ibérica.
La leyenda de Al Mansur, el que todo lo pudo, se
perpetraría en la memoria de sus enemigos, que no lograrían olvidar tan fácilmente
las gestas del caudillo de Al Ándalus.
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