lunes, 7 de mayo de 2012

Capaneo


Todo aquel que intenta imponerse a la voluntad de los dioses acaba pagando su osadía. El hombre debe enfrentarse a retos asumibles a sus cualidades, de no ser así puede caer en la tragedia que acogió a Capaneo.

Cuenta la leyenda que el príncipe de Argos, Capaneo, era un guerrero fuerte y valeroso, sin rival entre los mortales. A sabiendas de ello, dejó que su imaginación volara por encima de su sensatez, creyendo que conseguiría todo aquello que se le antojase y que vencería a quien se pusiese en su camino. La soberbia del príncipe no conocía límites.

El muy impío y blasfemo llegó ante la muralla de Tebas, ciudad protegida por los dioses, y proclamó que ningún dios iba a evitar que quemase la ciudad. Incluso, en un arrojo de bravuconería, hizo grabar en su escudo a un hombre desarmado portando una antorcha con una inscripción en letras de oro: “Yo incendiaré a Tebas”.

Hartos de tal infamia los dioses pidieron a Zeus que tomara partido ante las blasfemas jactancias del soberbio o que, en su defecto, les dejara actuar a ellos. Pero fue el propio Zeus quién decidió dar castigo a tan altanero personaje y bastó tan solo un divino rayo del padre de los olímpicos para fulminar a Capaneo.

Tuvo que enterarse, una vez muerto, que su soberbia había costado una vida más, pues en el siguiente trayecto que hizo Caronte, después de dejarle a él en la otra rivera del Aqueronte, venía su esposa Evadne. Tanto amor le profesaba su esposa que no pudiendo resistir su muerte, se lanzó a su pira funeraria dejándose la vida por ternura.

La vida es un regalo único como para desperdiciarlo y más si, por una majadería, te llevas la existencia de otra persona, la de tu amada. Son muchos los que ejercen despóticamente su poder pensando que son invencibles. Capaneo se dio cuenta que los dioses están por encima de cualquier humano. Ostromón pudo comprobar que no era el más poderoso de los hombres. Así una larga lista de seres que aprendieron la lección demasiado tarde.


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